Para caminar por el Espíritu necesitamos crucificar la carne con sus pasiones y sus deseos. Pero esa mortificación de nuestra carne debe tener el propósito de dar fruto en el Espíritu. Ese fruto debe ser una expresión de amor que es la Ley de Cristo, o sea, que el andar por el Espíritu es que caminemos hacia Cristo semejanza y eso solo se logra si luchamos contra la carne para llegar a la obediencia de Su voluntad.