Dios no altera ni invalida la promesa que le hizo a Abraham; por lo tanto, Dios no dio la ley mosaica como un requisito que se tenía que cumplir para recibir la promesa de Abraham. Más bien la dio primordialmente para poner de manifiesto nuestra pecaminosidad y ayudarnos a ver cuánto necesitábamos la promesa o a Cristo para ser librados de la maldición de la ley. Y  los que reciben la promesa mediante la fe en Cristo, además de  ser justificados ante Dios, reciben tres bendiciones adicionales: a) son hechos hijos(as) de Dios; b) son hechos uno en Cristo sin importar sus diferencias de raza, rango social o género; y c) son descendencia de Abraham y herederos según la promesa.